Bajo la categoría de Sexualidad ponemos a la venta los libros que sobre las condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo. El sexo sería la condición orgánica que distingue al macho de la hembra, en los seres humanos, en los animales y en las plantas. En la diferenciación sexual intervienen varios factores: el sexo queda determinado, en primer lugar, por la dotación d cromosomas sexuales que se tenga (sexo cromosómico); esta dotación determinará que las gónadas del embrión se diferencien en testículos u ovarios (sexo gonadal); y la producción de hormonas por parte de las gónadas llevará a la diferenciación de los órganos genitales externos e internos (sexo fenotípico o somático). Una alteración o desviación de este proceso dará lugar a una discordancia entre estos tres tipos de sexo provocando las distintas patologías de la diferenciación sexual: seudohermafroditismo, disgenesias gonadales, etc. Entendemos como sexual los caracteres mediante los cuales se pueden distinguir los machos y las hembras. Primarios son los de los órganos sexuales; secundarios, los de otros órganos. Aquéllos, testículos y ovarios, son productores de semen o de óvulos; en los animales hermafroditas hay unos y otros, o una glándula común. Los secundarios pueden ser: diferencias de estatura, color, voz, instinto y aptitudes, presencia de glándulas mamarias en la hembra y de barba y bigote en el macho, etc. La sexualidad no siempre puede ser considerada desde una dimensión científica, podemos referirnos y agrupar bajo este epígrafe también las obras que traten la sexualidad como la manifestación más humana, la más directa y funcional que, podemos intuir, ha estado a lo largo de los años condicionada por intereses morales, religiosos, políticos incluso, siempre con la finalidad de domeñar y ajustar una forma particularmente natural que tienen los seres vivos de relacionarse, que en los humanos se desarrolla sobre una doble dimensión intelectiva-fisiológica y pasional, siempre hacia la dignidad del ser humano, que sublimando su parcela, netamente terrestre, puede alcanzar la dimensión que, desde nuestra fabulación, asignamos a los dioses. Ni dioses, ni leyes, ni creencias, pueden mitigar el triunfo que suponen la atracción y el deseo sexual, ornamentos de la vida.
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