Psicología y Psiquiatría bajo este epígrafe, libros sobre ambas disciplinas.
Spencer consideraba la psicología como una rama de la biología y comienza por hacer un estudio del sistema nervioso, señalando las diferencias que separan el de los animales inferiores y el de los vertebrados, y luego de describir su estructura y funciones, complementando las observaciones apuntadas en los Principios de Biología, se ocupa de las condiciones esenciales de la excitación y descarga nerviosas, pasando a considerar los fenómenos nerviosos como fenómenos de conciencia. Todos los cambios nerviosos que se traducen en términos de movimiento, según Spencer, corresponden al no-yo, mientras que los que se reflejan en términos de sensibilidad pertenecen al yo, pudiendo verse aquí, hasta cierto punto, los límites que separan la Biología de la Psicología. Cree Spencer que en el lugar especial de un centro nerviosos superior, donde de una manera misteriosa una acción nerviosa causa un estado de conciencia, existe una equivalencia cuantitativa entre ambos, aunque no fija. Esto es, que la cantidad de sensación es equivalente a la cantidad de transformación molecular.
Para llegar a la explicación por la teoría evolutiva del desarrollo del espíritu y de las sensaciones y estados de conciencia (hay que recordar que en los Primeros principios define Spencer la evolución como paso de una homogeneidad indefinida e incoherente a una heterogeneidad definida y coherente, afirma que aunque la sensaciones y emociones individuales de que está compuesta la conciencia parezcan homogéneas e inanalizables, no lo son, como lo demuestra la sensación del sonido musical, que pierde ese carácter si las vibraciones que lo integran son menos de dieciséis por segundo, en cuyo caso, en lugar del sondo continuo, se oirán separadas las vibraciones o golpes, que si exceden de aquel número forman un todo. Para él, el acto de conciencia se compone de una unidad primordial -cheque nervioso- y el espíritu se compone de estados de conciencia y de relaciones entre ellos o cogniciones.
El esfuerzo del autor para desenvolverse con soltura dentro de los problemas que le plantea su psicología-biología o biológica es admirable, y no mucho mayor que el de quien se ve obligado a seguirle en sus razonamientos. Y, naturalmente, no acaba de convencernos de que una meditación abstracta sobre lo absoluto, un puro sentimiento altruista o una emoción estética sean derivaciones evolutivas del movimiento nervioso que hace al caracol esconder sus cuernos cuando siente un ligero contacto en ellos o percibe un ruido próximo.
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